El otro día me encontré por casa este dibujo de mi hija, me lo dio el día que volví a casa después de mi última cirugía para reparar los “daños colaterales” que el cáncer produjo en mi cuerpo. En ese momento no le presté mucha atención, mi hija dibuja sin parar y no es algo excepcional que exprese las cosas con dibujos o pinturas. Pero ayer me contó el significado y me pareció algo digno de compartir, algo excepcional y a la vez muy natural:
“Mamá, este dibujo lo hice el día que te operaron, pinté las cosas que me pasaron durante ese día y le di un color a cada situación-emoción:
- Sándwich azul: El almuerzo se me cayó al suelo y solo le había dado un mordisco (TRISTEZA).
- Bola morada: Ese día estaba muy nublado (MIEDO).
- Labios rosas sonriendo: Ese día me puse muy contenta al saber que en el examen de ingles había sacado un 10 (ALEGRÍA).
- Puré verde: Ese día había puré para comer y a mí no me gusta nada el puré (ASCO).
- Reloj rojo: Ese día la abuela se equivocó al poner el despertador y nos llevó al cole una hora antes. (RABIA).
- Lagrima azul: Ese día me acordé mucho de mamá y me dio mucha penita. (TRISTEZA).
- Paleta amarilla: Ese día en clase de pintura me lo pasé muy bien porque me dieron una sorpresa. (SORPRESA).
- Cojín rosa: Ese día me quedé a dormir en casa de la abuela y me lo pasé genial (ALEGRIA).”
Este ejercicio tan sencillo, y a la vez tan necesario, como es identificar las emociones, ponerles nombre e incluso color, mi hija, con 10 años lo ha aprendido en el colegio. Algo impensable en mi época, entonces parecía que el niño no tenía emociones, y si las tenía nadie le enseñaba cuales eran y qué hacer con ellas.
Así cuando luego llegas a adulto y te vas enfrentando a situaciones complicadas, obstáculos, enfermedades, pérdidas…Y llega la correspondiente avalancha de emociones¿¿qué haces con ellas??.
A los 40 años tuve que enfrentarme al cáncer, pero también a una ola de emociones que en ese momento me sobrepasaron, me revolcaron hasta dejarme exhausta y me empujaron hasta una orilla donde tuve que recomponer los pedacitos que de mí habían quedado, después de esa enorme sacudida. Ojalá en ese momento hubiese tenido tan claro, como tiene Nadia con 10 años, que debía abrirme a esas emociones, llamarles por su nombre, aceptarlas, analizarlas y regularlas…, y aquí estoy ahora :enseñando a esta niña de 43 años, aprendiendo en la universidad de la vida, analfabeta en regulación de emociones pero agradecida por cada lección aprendida…
Ya sé que lo que sentí era MIEDO, que me protegía para salvarme la vida, acompañado por mucha TRISTEZA por lo que estaba pasando y ya nunca sería…, No faltó RABIA e ira malentendida, hacia el resto de la gente que ninguna culpa tenían… tan sólo faltó la ALEGRÍA, esa la recuperé con el día a día, con la fuerza, la ayuda y los colores de la VIDA.