Un día de trabajo cualquiera, con mi pijama blanco, 40 años de edad y 20 de ellos dedicados a este arte de cuidar…me dicen que tengo cáncer de mama.
Lo primero que pienso es que no puede ser, que a mí no me puede tocar porque yo estoy en el otro lado, yo no soy una enferma…yo soy enfermera…y esas cosas siempre les pasan a los otros… a los enfermos. Pero, afortunadamente, ese pensamiento fue fugaz, rápidamente pude sentir la realidad de que no somos intocables, que la enfermedad no es algo sólo para los demás, todos estamos expuestos a ella, forma parte de la vida. Fue en ese momento cuando más consciente fui de que somos mortales, y aunque esto parezca una simpleza, la verdad es que no dedicamos mucho tiempo a pensar en ello, simplemente es algo que pensamos que pasará, pero no ahora.
A pesar del miedo, la pena, la incertidumbre y el dolor de ese momento hubo algo que produjo una sacudida dentro de mí. Pensé que no podía, ni debía, quedarme sentada, simplemente siendo enferma. Yo era enfermera, había cuidado a cientos de personas, ahora me tocaba CUIDARME A MI, y también dejarme cuidar.
Sentí que tenía que enfocar este momento desde otra perspectiva distinta a como lo había visto hasta ahora, cuando trataba a mis pacientes, o cuando había pasado por circunstancias similares en mi familia. Empecé a sentir que yo tenía el poder de hacer muchas cosas para encontrarme bien durante este proceso, además de mi tratamiento…Y CONFIÉ, creo que eso ha sido lo que más me ha ayudado y me sigue ayudando, confié en mi misma y mis recursos para afrontar el plan que la vida tenía para mi, confié en los demás y en su ayuda, confié en la vida. Y es entonces , cuando te abres a esa posibilidad, que la vida te va poniendo ayudas de muy diversas formas, sólo hay que estar atento y escucharte a ti mismo.
Ha sido un camino duro, eso no lo voy a negar, pero ahora ya se muchas más cosas que antes del cáncer no sabía: sé ponerme pañuelos de colores en la cabeza de mil una maneras, sé hacer recetas deliciosas para encontrarme más fuerte, sé respirar hondo, sé dar las gracias, sé lo que vale una palabra o un gesto cuando estás “al otro lado”, se pararme y mirar a los ojos a mis hijos cuando me cuentan algo porque no hay nada más importante en el mundo en ese momento, sé cómo es el corazón de la gente cuando te prestan su ayuda….Ahora ya sé lo que es cuidar y ser cuidada.
Y es que al final, el cáncer puede ser una oportunidad para sacar la mejor versión de ti mismo, de los demás, de tu entorno y de tu vida….Y en eso estoy, versionándome y viviendo cada día.
GRACIAS A TODOS LOS QUE HAN CUIDADO Y SIGUEN CUIDANDO DE MI DURANTE ESTE PROCESO