Yo tenía 40 años y dos hijos de, entonces, 7 y 3 años, cuando nos reunimos todos en el salón de casa y les comuniqué la noticia: “Mamá tiene cáncer…”
Intenté contárselo de la mejor manera que supe, usando palabras que pudiesen entender y casi como una historia…en la que todos íbamos a tener nuestro papel.
Para Leo, 3 años, fue como contarle una aventura más, de las que le contaba por la noche, antes de irse a dormir…y enseguida volvió a su presente, a sus juegos, a su “ahora” que es lo único que existe para los niños, bueno…en realidad, es lo único que existe para todos, aunque a los mayores se nos olvide.
Nadia, 7 años, se mostró más interesada por la historia, algo más intrigada…no diría preocupada porque, al fin y al cabo, ella no sabía nada sobre lo que era el cáncer, sólo lo que yo le contase, así que, no había miedo para ella detrás de esa palabra. Intenté no hacer demasiado hincapié en la enfermedad, ni darle un cariz negativo a la historia sino centrarme más en las cosas que íbamos a hacer para que yo volviese a estar sana, y así enfocar nuestra energía y esfuerzo en la salud.
Me pareció que lo entendían bastante bien, y mientras yo me preocupaba por contarles, de la mejor forma: el tratamiento, la caída del pelo, las pruebas, los días en el hospital…Mi hija, Nadia, no mostró ningún interés en ese tipo de detalles, sólo cuando terminé y abrimos turno de preguntas la suya fue:
“Mamá, pero con esto del cáncer… ¿tú vas a seguir siendo nuestra madre? ¿Nos vas a seguir queriendo igual?”
¡¡¡Claro!!! ¿Cómo no me había dado cuenta?, ellos no necesitaban saber tantas cosas sobre la enfermedad ni lo que iba a pasar, SÓLO les preocupaba si yo, su madre, iba a seguir siéndolo, a pesar del cáncer, y lo más importante, si mi AMOR por ellos iba a seguir siendo el mismo, ahora que había aparecido esa enfermedad…que parecía que lo iba a cambiar todo. Querían saber si eso, también lo iba a cambiar la enfermedad.
Y, claro, por supuesto que a mis hijos, de alguna manera, les habrá marcado mi enfermedad. Nunca podré saber cómo habrían sido sus vidas sin ella. Quiero pensar que, a pesar de no ser algo deseable, ha sido una experiencia importante y de aprendizaje en su camino. Y también, una gran oportunidad para descubrir, para sentir que…los cimientos, la base, el AMOR no se va con la quimioterapia, ni con el pelo ni con la enfermedad…El AMOR siempre se salva, siempre nos salva…
Tiempo después, Nadia, me escribió esta carta (la de la foto) taaaaan bonita, con lo que ella sentía, y me dije:
“ASÍ PIENSAN LOS ÁNGELES”